Valentina Córdova Rosas
IV° Medio
Octubre 2019. Estallido social. Yo en Octavo básico y con la mirada fija en redes sociales, donde se compartía todo lo que pasaba en el país, recién fue en este tiempo cuando tomé real consciencia de los problemas sociales y políticos en Chile; los sueldos bajos, la desigualdad de género, los problemas del SENAME, la educación y hasta el sistema de salud. No podía creer que viviéramos en un país tan fallado y con gente tan retrograda. Pero no me culpo, yo vivía en una realidad muy alejada de todo eso.
Bastaron un par de días para que el estallido social y sus manifestaciones, iniciadas en Santiago, llegaran a todas partes de Chile, incluyendo Puerto Montt. A través de Instagram vi una publicación, era una convocatoria para una marcha en el centro de la ciudad, le dije a mi mamá me dijo que si y mi corazón revolucionario empezó a latir. En ese mismo instante fui a mi pieza a buscar un cartón en el que pueda hacer una pancarta. Recuerdo perfecto que dibujé a un presidente con la cara del emoji del payaso, simulando ser Sebastián Piñera, quien era presidente en el momento, le escribí ‘’se busca’’ y abajo un ‘’#renunciapiñera’’ lo más original que se me ocurrió en 10 minutos. Luego llegó mi mamá y partimos a la marcha.
Ya en el centro de la ciudad, iba con el ‘’pecho en alto’’, muy emocionada por la jornada que me esperaba. Finalmente llegamos a la plaza, donde había muchísima gente, millones de pancartas, lienzos, muchos niños, grupos de profesionales, un par de intervenciones teatrales, otras de danza y por supuesto, música.
Pronto la gente se empieza a movilizar, desde plaza de armas subimos por Benavente hasta el Mall paseo costanera, bajamos por Cauquenes y seguimos en dirección a la plaza por Antonio Varas. Durante ese recorrido pude ver todo tipo de demandas, de personas; se podía sentir la conexión con el resto, todos estábamos ahí por lo mismo: construir un Chile mejor.
Mientras caminábamos en la marcha, con mi mamá comentábamos lo fuerte de las realidades de ciertas personas. Mi mamá es profesora de una escuela de lenguaje en sector Mirasol, aquí llegan niños con todo tipo de contextos sociales: desde clase media a escasos recursos niños que sufren violencia intrafamiliar, padres analfabetos, familias con muchos hijos y pocos recursos, niños sin las mismas oportunidades que tienen otros, como las que tuve y tengo actualmente. También pensamos en las mujeres violentadas por el patriarcado, las mujeres que han sido vulneradas y de las que el estado no se ha preocupado, la cantidad de femicidios que ocurren al año. ‘’Ni te imagines cuantos deben ser a nivel mundial’’ le digo a mi mamá y suspiro. Nos quedamos un momento en silencio, contemplando. A lo lejos escucho el canto ‘’un violador en tu camino’’, por el otro lado ‘’el que no salta es paco’’. Me uno a saltar. De fondo se escuchan las ollas, abolladas de tanto golpearlas con cucharas de madera. Un par de petardos, la gente se asusta. La intervención de Carabineros de Chile en las marchas ha sido tal, que ir a una manifestación se ha vuelto un potencial peligro. Resultó ser una falsa alarma.
Llegando a la plaza le tomo más atención a la música, logro ver cómo la gente se reúne en torno a la nube musical que acoge la plaza, pienso en como esas letras revolucionarias evocan tanto poder y fuerza, la misma que tiene el pueblo al alzar la voz y reclamar por nuestros derechos, pedir por nuestra seguridad, por la de los niños, niñas, mujeres, para poder salir sin temor a que pueda pasar. Observo a mi alrededor y veo a las personas, se puede oler el sentimiento de lucha a kilómetros. A lo lejos veo un cumulo de gente que se abre, y en medio un lienzo que dice “aquí estamos por algo”.
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