Antonia Quilodrán
4to Medio
Tic tac, tic tac hacía el reloj de mi tata mientras deteníamos el auto en la orilla de la costa en tanto mis padres conversaban que haríamos después del viaje. El sonido de las olas reventar en las inmensas rocas traspasaban los vidrios, el olor a mar y sal no se hicieron esperar tan pronto como bajamos del vehículo. El viento golpeaba en mi cara dejándola helada y rígida por minutos hasta sentir el calor de una pequeña bufanda para mi cuello de pulgarcita. Caminando hacia el margen de la playa pude divisar una cola enorme con conchas pegadas a esta, de un animal majestuoso del cual solo sabia gracias a una enciclopedia de bolsillo que siempre mis padres cargaban consigo para el entretenimiento mío. Sentí que el suelo vibraba junto con mi estómago que daba vueltas y vueltas como un espiral sin fin. En ese preciso momento corrí hacia el mar, quería alcanzarlas y nadar junto a ellas, tocarlas o tan solo verlas más de cerca, hasta que una mano grande y arrugada me detuvo, se sentía cálida y el tacto era familiar, fácilmente pude reconocer de quien se trataba según lo que transmitía, su temperatura y su exorbitante fuerza con la que sostenía mi mano en tanto contemplábamos la manada de ballenas.
Luego caminamos nuevamente hacia mis padres que estaban más atrás de nosotros preparando pancitos de molde con queso y jamón, un manjar para cuando estaba en el medio de la nada sin almuerzo en el estómago.
Comíamos mientras mi mamá tomaba fotografías de las ballenas que atravesaban el agua con su lomo y cola y que al final salpicaban agua causando olas pequeñas que en algún momento tocarían la orilla. Tic Tac, Tic Tac, el reloj de mi tata marcaba la hora de irse de tan maravilloso lugar, mientras mis zapatos se hundían en la arena paso a paso miré hacia atrás, para ver a las ballenas por una última vez, pero en lugar de eso solo vi los restos que dejaban cuando hundían sus colas, pequeñas olas que, hasta el día de hoy no dejo de pensar en su forma espumosa y olor a sal. Como si me estuvieran llamando o esperando para, una vez más, repetir una fantástica aventura junto a ellas
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