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Paloma Toledo R.

Dos tazas de amor


Paloma Toledo Riquelme

Tercero Medio


Baje silenciosa a la cocina, y ahí estabas tú, llamándome para que te ayude a hacer pan de casa. Empecé a amasar, para que después utilizara el uslero que ya habías dejado listo para mí, lo agarre y empecé a juguetear con él imaginándome que era mi nueva varita mágica. Al terminar con eso, me decías que pinchara el pan con el pequeño tenedor de madera, ese que también me lleva al recuerdo de cuando hacíamos sopaipillas juntas, pero en ese instante, me despierta el olor del pan recién hecho, ese olor que de alguna manera me tiene unida a ti, ese olor de un pan que yo misma vi cómo fue hecho con amor.


Me rio, me rio contigo de felicidad por la música que sonaba en la radio, rebotaba por esas paredes transparentes, donde cada sonido se sentía más y más, en ese entonces no entendía las letras de las canciones, pero cantábamos “rayando el sol” como si fuera nuestro himno y veo como en tu rostro, se forma una sonrisa al divagar por tus recuerdos lejanos. Sentía la melodía pasiva, el ritmo constante y al bailar me veías, te reías, pero me sentía completamente llena con eso. Al estar listo el pan, nos sentábamos juntas en la mesa central, me distraía viendo los rombos y líneas de la gran alfombra que se comía el piso de cerámica helada, o simplemente me quedaba pegada viendo que pasaba afuera en la calle, esperando que pasara cualquier auto parecido al de mi mama. Untábamos la mantequilla y veíamos como se derretía lentamente, acompañado con un té de manzanilla que me hace delirar, pero que a la vez me calma, que es la misma calma que me das tú. Me doy vuelta en la silla, miro la cocina, me detengo a observar la cocina a leña donde tenías tu tetera lista para tomar mate y los muebles de madera que contenían cada plato y cada servicio que usábamos día a día.


Ella amaba verme sonreír, ella amaba que yo fuera su niña, ella amaba que yo la ayudara a hacer ese pan que tan rico le queda cada vez que los hace, porque son de casa, de nuestra casa, ella sabía cuanto la amaba, y sabía cuánto amaba hacer pan con ella.

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