Constanza Llantén M.
4to Medio
Hay distintos tipos de abrazo: están los de cortesía, los de tu cumpleaños, los de navidad, de año
nuevo, por logros, por fallos, en fin, hay demasiados como para contarlos. Lo que quiero dejar en claro es que no necesariamente son todos de verdad.
Pero, ¿Cómo son los abrazos de verdad?
Bueno, un abrazo de verdad es el que te da lo que necesitas sin palabras de por medio. No puedo definirles un abrazo perfecto ya que es distinto para todos, pero sí puedo hablarles del mío.
Mi abrazo perfecto nace en el minuto que me entregaron a los brazos de ella. Nunca supe hasta hace poco que tenía el poder de tener este gran vínculo mediante un abrazo con la figura que es
más influyente en la vida de casi todos.
Primero, me sonríes, veo esa sonrisa hermosa que podría iluminar hasta la peor tormenta que haya existido. Esa sonrisa que me hace sentir segura, como si nada pudiese traspasarla o penetrarla, y no tengo ni la menor idea cómo unos dientes blancos, y más de una persona dirían que son solo dientes, me reconfortan, cómo si estuviese siguiendo el camino correcto.
Segundo, te acercas y me das un cálido, lento y fuerte abrazo. Si tuviese que darle un color a este abrazo sería entre un naranjo y un rojo, porque siento calor, siento tu corazón latiendo a un ritmo calmado, constante. Me siento como si afuera estuviese lloviendo a mares pero estoy en mi hogar al lado de la estufa y con una buena taza de té. Y ella me ha llevado así toda mi vida, desde que era un punto al punto que soy ahora. Tanto así que hoy nuestros brazos encajan perfectamente, es mi medida perfecta de brazo.
Recuerdo cuando me llevabas a la placita, era nuestro panorama de fin de semana, pues en la semana trabajabas mucho y siempre me dijiste que cuando podías, aprovechabas mucho el tiempo conmigo. Recuerdo muy bien que ambas íbamos vestidas de una chaqueta naranja rimbombante y unas botas de agua cafés. Había llovido, recuerdo el olor a pasto y tierra mojado, los juegos recién pintados, el resbalín, los columpios y el sube y baja. Estaban empapados. Fuimos directamente a los columpios, secaste el agua, me subiste a tu regazo y nos columpiamos juntas. En ese momento pude sentir el calor, el latido de tu corazón, de pronto desapareció el frío, el olor a pasto y tierra mojada y los juegos. Y solo éramos tu y yo.
Esto me hace pensar, que de tanto que me has sonreído te salieron arruguitas en el bozo. De tanto que me has abrazado tus brazos se han hecho mas viejitos. Pero nada de eso te importa. Solo que pueda recibir este gran abrazo que dejas impregnado en mi cada vez que lo necesito. Y ojalá mamá, estos abrazos sean infinitos.
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