Francisca Campos M.
4to medio
Así estoy ahora, trazándome a mí misma a través de las palabras, tratando de trazar mi camino en la vida, el cual aún no parezco encontrar. Al ir dibujando mi exterior voy pensando en los elementos que conforman mi apariencia. El pelo variopinto, que siempre ha sido voluminoso, con cabellos que van cayendo, cabellos gruesos oscuros, cabellos finos castaños, cabellos rubios, rojizos o anaranjados, que han sido teñidos por la tinta. A la melena ya no solo le ha llegado la tinta, también le llegaron los rayos del sol, y el humo de la contaminación atmosférica, lo que la ha ido resecando y quemando. Aunque ahora me la mandé a cortar y se ve mucho más bonita, se siente mucho más liviana, como si me hubiera sacado una carga de encima. La piel no es ni muy morena, ni muy blanca, más bien siempre sonrosada por los efectos de la rosácea heredada de mi madre, y la transparencia de mis intensas emociones que se muestran en mi piel, la cual se acalora y se va tiñendo. No niego que aquello me molesta, el sentir ese sonrojo en mis pómulos por cualquier cosa insignificante resulta ser tedioso. Ya sea cuando estoy feliz, estoy emocionada, estoy enojada, o estoy avergonzada. Aquella piel había sido decorada por los rastros y puntos rojos (espinillas) de la adolescencia y el chocolate. Al decir esto realmente creo que mi piel es más transparente de lo que creo, como dije antes, esta es capaz de reflejar mis emociones intensas a través de mi rubor, y estas las siento a menudo. Admito mi gran sensibilidad, la he tenido desde siempre, y no es una sensibilidad de ser llorona aunque eso también lo soy, es algo que abarca gran parte de mi personalidad. Me lo han dicho, y sé que es así. Mis sentidos (en especial el auditivo) son tan intensos como mis emociones, al punto de que ciertos ruidos cotidianos se me hacen insoportables. Me irrito con facilidad, eso es verdad, y con la regla es mucho peor. ¿Qué puedo decir? Pienso en cómo me veo, voy analizando mi ser, y al mismo tiempo observo lo que he creado, y puedo concluir que puedo reflejar mi interior a través de mi simple rostro. Durante la el transcurso del tiempo puedo decir que la sensibilidad me ha hecho infeliz y estresada muchas veces; todo me parece insoportable, hay cosas que me las tomo muy personal, el auto sabotaje puede hacerme caer muy fuerte, lloro y me enojo más fácil, y tengo muchos cambios de humor, pero a pesar de eso considero que puede ser un gran regalo si no te llevas por el lado negativo, y no te dejas hundir. Gracias a ella conocí mi gusto por el arte, sé empatizar profundamente con las personas, puedo apreciar los más mínimos detalles que me da esta vida, y además que como puedo sentir el enojo y tristeza, también puedo sentir la alegría y la euforia con mayor fuerza.
Analizando mi mirada como en un espejo, voy profundizando la visión de aquellos ojos oscuros, del color del café cargado que me tomo en la mañana, con las pestañas curvas, las cuales me encantan trazar con el lápiz, y estos son cubiertos por mis lentes algo cuadrados y a la vez redondos.
Me siento bastante a gusto con el resultado, a pesar de que habían pasado como dos semanas en las que estaba en sumo bloqueo artístico.
El bosque
Ahora mismo estoy caminando, por un denso bosque de la vida, en el que me siento perdida y sin rumbo, pero por alguna razón aquello ya no se me hacía angustiante, me había acostumbrado; además que tampoco me sentía sola. Trato de no solo dibujar mi rostro, pero también busco poder trazar mi propio camino, encontrar mi pasión, mi carrera, y mi verdadero propósito. Lamentable en ese sentido me bloqueé, y aún sigo estancada. Incluso si tengo alguna que otra idea de lo que busco, aún me rodea la incertidumbre y el miedo a equivocarme. Aquello me ha rodeado toda la vida, al punto que el auto sabotaje se habría vuelto un patrón, una especie de círculo vicioso, el cual he logrado ir rompiendo, a través del aprendizaje, yendo a terapia, y también a través de las cosas que me hacen feliz. A pesar de que hay momentos en los que el no saber del todo me ha traído frustración y me he comparado mucho con otros conocidos gracias a esto, igual he aprendido a tomarme las cosas con mayor calma, me he dejado entender de que todo tiene su tiempo, y yo también debo darme tiempo. Si algo aprendí de El Señor de Los Anillos, es que “no todos aquellos que divagan están perdidos”.
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