Los recuerdo a ambos desde que tengo memoria, un hombre y una mujer, ambos icónicos e irreemplazables en mi vida, un hombre con el pelo desordenado, ahora canoso pero antes oscuro, con manos grandes, fuertes y trabajadoras, al igual que tú, en cuanto a esa mujer. Recuerdo un cabello liso y rubio, delicada pero a la vez valiente, esforzada también, ambos un poco tercos y a su vez, ambos con una voz que seria capaz de reconocer en una sala llena de gente gritando, con unos tonos y expresiones únicas en toda la tierra, bueno, por lo menos lo que conozco de tierra.
Mis más profundos recuerdos con este hombre remontan a mi niñez, recuerdo la alegría que sentía al poder tener esas ‘’espadas’’ que me armabas con lo que encontraras, que a pesar de que no lo recuerdo, seguramente no eran capaces de cortar nada, pero ese poder que me daba, sentirme como un verdadero guerrero, que empuñaba su espada contra toda adversidad. También recuerdo esas ‘’armas’’ que me hacías, que no disparaban ningún tipo de proyectil, por lo menos en la vida real, porque seguramente en mi mente de niño eran tan
potentes como quisiera.
Con esta mujer, recuerdo que siempre estaba dispuesta a que yo la acompañara a cocinar cualquier cosa, desde pan, hasta un queque, o incluso, aunque no muchas veces alguna que otra torta, recuerdo amar todos los instrumentos de la cocina, como si fueran casi algo sagrado, los moldes de galletas, los cucharones, el mítico uslero, la batidora y seguramente varios más que ahora mismo no vienen a mis pensamientos. Si tuviera que hablar sobre un aroma sin duda el que más recuerdo es aquel aroma único de las galletas recién horneadas, el cual era capaz de identificar a varios metros del horno.
Pareciera que solo hablo sobre cosas buenas, pero la cuestión es que no soy capaz de recordar nada malo, esas noches de risas, comiendo lo que encontráramos y jugando cartas, más específicamente jugando carioca, en donde siempre me dejaban ganar, bueno, casi siempre, ahora recuerdo aquella vez en la que no alcance la victoria, y por seguramente frustración, o el simplemente caer derrotado, me hizo romper en llanto, un llanto absurdo, pero en ese momento real. Ya lo demás es todo bueno, tardes recogiendo manzanas y ciruelas de los árboles, aquellos días de verano en los que me enseñaban a manejar, algo
que sorprendentemente hacia bien, menos pasar el cambio, lo cual me costó aprender. Recuerdo que no podía soltar el embriague lento y el auto se apagaba cada vez que lo intentaba, también recuerdo aquel día que por primera vez deje atrás mi miedo a las abejas, y me aventuré a ver los cajones en los que vivían, cajones los cuales luego de varios meses ustedes cosechaban para sacar la rica miel con la que untábamos el pan, podría estar así durante toda una tarde, nombrando y nombrando recuerdos, pero creo que con lo ya escrito
es fácil entender el aprecio que les tengo, el cual no cambiará nunca.
Espero que lean esto, y estén orgullosos de su nieto, a pesar de que no lo ven tan seguido como antes, gracias a acciones como esta, se da cuenta que los aprecia más aún, que antes.
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