ANTONIA MARGARITA QUILODRÁN LUKASCHEWSKY
4to medio
Por mi parte me describo como alguien dulce de sabor, amable tal vez,
alegre siempre e impertinente por accidente. Niña con cara de lluvia de
aspecto gasparinezco y cabello de castaña, con manos para el piano y
ojos almendrados. Pequeños pies, torso tosco y orejas de luna son el
resto de mi, lo que abraza mi nombre y este la esencia de mi ser.
La niña feliz y sonriente como el sol se ha escondido entre las
montañas, las montañas de la vida que suben y bajan cada vez que
avanza el reloj.
Reinó la noche, la tristeza y la vergüenza en mi talle de pequeña, el
realce de mis ojos se volvieron invisibles al igual que mi alegría de
siempre retratada en mi rostro. Mi lugar era aquella habitación oscura
con paredes apretadas donde se acumulaba polvo de sentimientos, que
no dejaba salir por mantener la puerta cerrada.
Manos tocaron la puerta y yo abrí, me tomaron a la fuerza y me tiraron
como una muñeca de trapo, mis rasguños y plegarias no fueron
suficientes para quedarme ahí, finalmente mis manos flaquearon y yo
me volví de trapo.
Perdí la batalla y salí a la luz, esa niña tierna y dulce había regresado
pero esta vez para quedarse sin importar las olas de problemas que
venían en el mar de la vida, yo digo que gané la guerra.
Ahora soy esta, la misma niña de antes solo que más alta, pies más
grandes y torso alargado, quizás más apagada y tranquila sin embargo
mi tallo creció, más no la esencia de la flor que queda de la niña, niña
con cara de lluvia y sabor a amor.
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