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Paloma Toledo R.

El día que me vi ser libre


Paloma Toledo Riquelme

3ro Medio


El día, el día en el que supuestamente iba a descansar, dio el giro más brusco cuando llego mi

mamá, que entraba imponente a mi habitación, me miraba fijamente, con risa burlona al verme

echada en la cama, pero con un tono serio, me decía que ya era mucho, que ya había hibernado

todo el verano y que ya era hora de salir. Mis extremidades frágiles no querían moverse, me gritaban lo cómodas que estaban arropadas con las sábanas, después de todo, mi plan era ese, quedarme ahí, pero, ¿Qué era mejor? ¿Seguir los consejos de mi mamá o hacerme la loca y quedarme inmóvil? Atiné a levantarme rápidamente, me bañe, me demoré en elegir que ponerme, divague tanto por mi closet que me llegue a aburrir y agarre lo primero que pudieron ver mis ojos.


Día soleado, salí tranquila, dirigiendo mis pasos hacia el centro, mi mirada estaba perdida en el piso o a veces en mi entorno, pero en realidad, estaba inmersa en la música que salía por mis audífonos, donde en mi mente podía cantar sin vergüenza, pero mi boca estaba totalmente cocida. Veía el pasar de la gente, los veía hacer sus actividades, dejaban una huella por donde pasaban, preocupados de que la nieve no sea un impedimento en su camino. El aire me robaba el aliento, iba y venía, indecisa si me sacaba a bailar o no, pero solo me llevo hacia mi destino y me quedaba ver que me deparaba si seguía caminando. Mi mirada pasaba por las vitrinas de las tiendas, siempre brillantes por los objetos que contenían como muestra, atenta a mi alrededor si es que me llegaba el dolor de pecho, ese sentimiento de que ese ser estaba cerca, de que lo podía ver, pero no fue así, ese ser no estaba.


Arranque de las tiendas, sentía de nuevo como el viento me quería llevar, pero no lo permití, porque mi mirada se fijó en dos siluetas, sentadas en las escaleras, una cara conocida, otra cara borrosa, desperté y seguí mi camino, mi mente solo me suplicaba, que no mirara atrás. Pasé al lado del mar, atenta al sonido de la marea, pero mis oídos captaron algo inusual, algo nuevo y extraño, algo que no se pensé que escucharía por calles de esta triste ciudad, decidí cruzar la extensa calle y guiarme por el extraño sonido. Al ver tal espectáculo, mis somnolientos ojos se preguntaban, porque estaba ahí, no había escuchado noticias sobre eso, así que me quede a mirar más. La silueta brillante de una joven, que motivada dejaba que su cuerpo sintiera el ritmo, encima de un escenario, retumbaba un sonido, algunos eran espectadores como yo, pero otros se contagiaban y se alocaban al ritmo de la música que llegaron a contagiar mis piernas también.


El tiempo pasaba, no me importaba, la gente llegaba por montones, no me importaba, ya era parte de un ejército de personas que no hacían más que disfrutar de ese momento. Apareció la silueta de un hombre que, con gran disposición, su objetivo era hacer que la gente se mostrara como realmente son, sus manos comenzaron a danzar por la mesa llena de luces que con su mente las controlaba, él estaba dispuesto a hacer perdurar el sentimiento en la gente, el sentimiento de que todos somos libres y que no hay nada que temer al expresarse.


Todos comenzaron a volar, veía como sus almas se desprendían de su cuerpo, no se desvanecían con el aire, perduraban más bien. Caía la tarde, del cielo caían distintos colores que daban un aire de tranquilidad, un día cálido, pero, ¿era un día más? No, en realidad, no era un día cualquiera. Cayo la noche, un ángel se presentó, con su túnica fucsia prendió fuego entre la multitud, animados, gritando, saltando, danzando, cada sentimiento se posó en mí, causando que me uniera inevitablemente a los demás desde que llegue, donde las almas renacieron de nuevo.


Me sentía libre, me consumió la adrenalina de mis movimientos disparatados que seguían un

ritmo continuo, que, con cada nota, despertaba mi yo interior, que pedía salir de alguna manera

y lo logró, salió, grito y danzo sin parar, disfrutando cada minuto, cada segundo, hasta que me di cuenta de lo tarde que se hacía, los minutos pasaban, cada segundo cuenta. Me escapé de la multitud, me salí del evento, un evento que fue tan loco y único que no había experimentado antes y que me dejo pensando mientras caminaba hacia la micro, en lo bien que se sentía ser libre.

Domingo

Domingo por la tarde

Y Domingo por la noche.


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