Valentina Córdova Rosas
IV° Medio
Esperamos dos meses para que estés listo para el destete. Entre mi ansiedad y emoción solo quería ir a buscarte, pero mi moral me convencía de que aún no estabas listo para llegar a tu futuro hogar. Aun así, te íbamos a ver, como eras de la camada nacida de una perrita conocida, era fácil. Íbamos a Puerta Sur, al otro lado de la ciudad desde donde vivo. Cada dos semanas llegábamos a una casa pequeña, originalmente hecha para unas 4 personas, pero ampliada para 8, de patio pequeño y lleno de elementos de construcción, donde tú con tu hermanito y la Mailen, tú mamá, solían estar.
Desde que naciste, cada vez que te fui a ver estabas más grande que la vez anterior. La primera vez, tenías dos semanas y fue impresionante ver que ya pesabas 10 kilos. Desde ahí te llamamos “perro guatón”, no pensábamos que crecerías tan rápido. Te visitamos a las dos semanas, al mes, mes y medio y finalmente a los dos meses, cuando te trajimos a casa.
Fue un 11 de Diciembre. El día tan ansiado. Por la emoción del momento, me desperté a las 7 de la mañana, como siempre me pasa cada vez que ocurrirá algo importante en mi día. Mamá también despertó temprano, estábamos igual de ansiosas, pero debíamos calmarnos, se sabía que iríamos por ti en la tarde. Pasamos el día preparando tu comida, agua, cubriendo el árbol de navidad (del que sabíamos que le ibas a robar algún adorno), sacando las alfombras, habilitando los espacios para ti.
Llegan las 17:30 hrs de la tarde y decidimos emprender rumbo a Puerta Sur. Con mucha emoción y ansiedad de traerte a casa y hasta con un poco de miedo. No sabíamos cómo iba a reaccionar nuestra gatita Lúa o la pequeña Perlita, que ya la podíamos comparar con el tamaño de tu cabeza, de tus patitas. La mezcla entre una vieja chihuahua y un bebé Akita podría ser difícil. Llegamos a la pequeña casa y desde el auto podía ver cómo te acercabas al portón moviendo tu pequeña colita. Ya nos queríamos.
Fue triste traerte. A mí y mi mamá nos daba pena pensar en que la Mailen iba a pasar un par de días buscándote, oliendo cada esquina de esa casa esperando encontrarte. Nos daba un poco de tranquilidad pensar en que iba a quedarse con tu hermano Balú, pero que se iría igualmente después de unas semanas. Para los animales hembra, es difícil este proceso, pueden pasar hasta semanas enteras buscando a sus cachorros por todas partes, hasta que se rinden y los dan por perdidos.
El trayecto en auto fue lo peor. Yo iba en el copiloto sentada con este “perro guatón” sentado en mis piernas, inquieto por no saber donde se encontraba, pero al mismo tiempo juguetón: dándome lengüetazos en toda la cara y cuello (era tan grande que sentado en mis piernas alcanzaba mi cara), tirando de la manta en la que lo habíamos envuelto y dejando el auto lleno de pelitos (de amor). Cuando por fin llegamos a casa luego de este larguísimo viaje de 15 minutos, acordamos cual iba a ser el plan de convivencia; encerrar a la Perla si se enojaba para dejar que Relmü olfatee y conozca su nueva casa y dejar que la Lúa salga en caso de que se ponga arisca para evitar cualquier ataque al bebe gigante que traíamos a la casa.
Cuando llegó Relmu, no tuvo ningún problema con sus hermanas, ellas tuvieron un problema con él, la Lúa erizada se fue a esconder y la Perla, o vieja histérica como solíamos decirle, no paraba de ladrar cada vez que se acercaba. Con el tiempo el pequeño gigante se fue adaptando y acostumbrando a vivir en esta nueva comunidad, de la que él era un extranjero. Con el paso del tiempo te conocimos aún más, si ya sabíamos que eras el perro más adorable que habíamos conocido, ahora lo eras aún más; jugabas con todos, te gustaba correr por el patio una y otra vez, lengüetear hielos por el calor del verano y espantar a los gatos que se acercaran al patio.
En estos tres años que hemos pasado contigo, han pasado muchas cosas. La Perla ya no está, vives afuera porque te ahogas dentro de casa, hicimos un portón delantero para que tengas todo el espacio que sea posible para que seas feliz, llegó la pequeña Manguito y por supuesto ya te transformaste en su guardián estrella y su mejor amigo, juegas con los perros vecinos a través del portón y cada vez que sales buscas con quien jugar. A pesar de que digan que los perros de tu raza son peligrosos, siempre has sido un dulce. Tu energía nunca cambia, tu esencia siempre ha sido la misma. Te quiero mucho, mi perro guatón.
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