Constanza Llantén M.
4to Medio
Y de pronto me vi sumida por la rabia de esa chicharra insufrible, y en un abrir y cerrar de ojos me vi de vuelta en Puerto Montt con una medalla y una silla gamer. No voy a decir que fue suerte que llegáramos a la final, nos esforzamos bastante. Estudiamos días , horas y semanas diarios que en el momento eran interminables, y todo esto para darnos cuenta que nuestra capacidad de reacción era una basura.
La verdad es que todo este viaje fue una locura, de partida nunca se me pasó por la mente que iba a viajar con estas personas, menos con un profesor. Pero ya estaba aquí , en un hotel en Santiago centro en el que abundaba la comida desde la mañana hasta la tarde, con otros chicos de distintas ciudades que al siguiente día tratarían de ganarnos en la competencia.
Nos explicaron las reglas de la famosa chicharra; las manos en los costados de esta, y solo se apretaba apenas suene el pito y obviamente el equipo que primero la apriete, contestaba la pregunta. A momentos me consumía la desesperación, en otros la ganas de tirar la susodicha a la cara de la niña de la serena que hacía trampa o solamente poder apretarla a tiempo y empezar a remontar.
La competencia se dividía en 20 preguntas de alternativa y 8 preguntas de desarrollo. Me estaba asfixiando ya que teníamos solo 5 alternativas respondidas y los otros grupos respondían y respondían, nos quedamos atrás y nuestra solución para al menos quedar segundas eran las respuestas de desarrollo. Y al ver que les preguntaron a los demás las noticias que nosotras sabíamos al derecho y al revés , al ver los ojos vidriosos de la sofi, las caras de impacto de la Bárbara y la Vale, se rompió mi aspiración.
Fue en ese momento que me di cuenta lo tanto que me gustaba ganar, lo cual tiene su parte buena y su parte mala. Pero para mí, es más mala que buena. Recuerdo al Mister Calisto diciéndonos que no importaba, que estaba orgulloso igual. Recuerdo a las chicas llorando, pero yo, estaba sumida en la rabia, a mi si me importaba. Tengo que ser buena en todo lo que hago, y ahora fallé, me fallé a mi misma. La verdad siento que no le debo nada a nadie más que a mi misma, y me duele recuperarme, me cuesta.
Siento que pude haber dado más de mi misma, pero solo me concentré en la chicharra y cómo ganarle a ella. Y por eso, odio las chicharras.
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